La última hornada de Mike y Marian Schiller
El matrimonio que ha regentado durante 36 años la Panadería Alemana se jubila tras una vida dedicada a la elaboración de hogazas, tartas, dulces y bollería típica de su país
El matrimonio que ha regentado durante 36 años la Panadería Alemana en Puerto del Rosario despachó su última hornada de hogazas y dulces el pasado 28 de marzo. Mike Schiller, de 63 años y su esposa, Marian, de 64, se jubilan tras compartir una vida laboral y ofrecer a los majoreros una variedad de productos típicos alemanes. Ahora coge el testigo uno de sus tres hijos, Florian, que ya regenta su propio establecimiento en el barrio de Fabelo, y continuará con los dos negocios.
Mike asegura que el oficio no le viene de familia sino por vocación. Se formó para ser panadero y pastelero cuando era joven y comenzó a trabajar en un obrador en Alemania. “Somos de un pueblo, cerca de Múnich, nos casamos y soñábamos con vivir fuera en un lugar junto al mar, tranquilo y cálido. Un día vimos un anuncio en la prensa alemana. Se vendía una casa y un local para montar una panadería en una urbanización en Aguas Verdes, en Fuerteventura, y nos lanzamos a la aventura con mis dos hijos pequeños”, recuerda Marian.
Los primeros años fueron muy duros para el matrimonio, que adquirió una moderna maquinaria de pastelería en su país, y todo lo trajeron a la Isla, pero en Aguas Verdes no había enganche de luz y trabajaban con un generador.
También tenían muchos problemas con el agua y la venta. Repartían cada día el pan y la bollería por los pueblos y hoteles del Sur de Fuerteventura. “Además, en la Isla había muchas carencias, en los supermercados casi no había variedad de harinas o materia prima, y si faltaba algún ingrediente y no nos había llegado de Alemania, llegamos a intercambiar materia prima con otros panaderos de la Isla”, rememoran.
“Era muy complicado trabajar, y un triunfo sacar los productos a diario, nada que ver con la actualidad”. “El negocio no era muy rentable en Aguas Verdes, así que decidimos cerrar y mudarnos a Puerto del Rosario”, apuntan. “Cogimos el local en el corazón de la capital, en Hermanos Machado, y nuestra panadería comenzó a ser cada día más popular y fuimos acogidos con mucho cariño”. Por la zona pasaba mucha gente, junto al taller mecánico y la Universidad Popular.
“Gracias a nuestro empeño y trabajo hemos tenido mucha suerte y muy buenos clientes”, confiesan. Brezel y pan de chía El matrimonio ha sido muy constante y fiel al negocio durante tres décadas. Recuerdan con sonrisas que a los vecinos les resultaban “extraños sus panes con semillas de chía, centeno y otros”.
La variedad de hogazas y sus formas, así como sus dulces, galletas y bollos típicos comenzaron a ser muy conocidos por su gran calidad, como el brezel y nürnberger lebkuchen. “A los majoreros les resultaba raro pero luego repetían porque les encantaban”, destacan.
Los primeros años fueron muy duros para el matrimonio, que adquirió una moderna maquinaria de pastelería en su país, y todo lo trajeron a la Isla
“Al principio la mayoría de nuestros clientes eran extranjeros. También se trabajaba de madrugada, y muchos venían desde diferentes puntos de la Isla hasta nuestra panadería para comprar panes variados, pasteles y bollos y encargar tartas para cumpleaños y eventos. Ahora tenemos a nuestros clientes fieles, muchas familias, vecinos y restaurantes que buscan productos artesanos y elaborados con materia prima de calidad”, detalla Mike, muy satisfecho con su larga trayectoria profesional y la nueva etapa que le depara la vida.
Este feliz e inseparable matrimonio desvela que a partir de ahora se dedicará a viajar y disfrutar de sus aficiones, como pasear y la jardinería. “Tener un negocio propio es muy sacrificado y cada vez que podíamos coger vacaciones era para ir a Alemania a visitar a la familia, así que ahora nos dedicaremos a cuidarnos, visitar otros lugares y vivir la vida”, comentan ilusionados.
Mike y Marian consideran que en general el pan que se come en la actualidad es muy malo, congelado, “y se vende por todos lados”. Su negocio ha sido un “oasis en el desierto” con una variedad de productos amasados de forma artesanal y de mucha calidad. “Creo que la gente busca cada día pan y bollos con más calidad y más saludable, y comienza a huir de los productos industriales que nos han invadido”, aseguran. Por eso, están convencidos de que su hijo tendrá un gran futuro: “Le dejamos nuestro legado de la panadería alemana porque lo bueno siempre gana”.
Comentarios
1 Un isleño mas. Dom, 15/04/2018 - 10:48
2 Lucia Lun, 16/04/2018 - 00:29
3 maria pensado Lun, 16/04/2018 - 09:50
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