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Vicente Hormiga, el majorero fusilado en 1936 del que nunca más se supo

Los familiares del sindicalista llevan décadas preguntándose dónde están sus restos y pidiendo dignificar su figura y la del resto de ‘Los once desaparecidos de San Juan’, en La Laguna

Eloy Vera 0 COMENTARIOS 02/05/2021 - 08:32

A las diez y media de la mañana, Vicente Hormiga bajó a Santa Cruz de Tenerife junto a su amigo Cristino de Armas. Al llegar a la Plaza Weyler, contactó con los líderes del Sindicato de Inquilinos de Santa Cruz, Francisco Sosa y Tomás Espinosa. Era 18 de julio de 1936 y España estaba a punto de entrar de cabeza en tres años de Guerra Civil. Antes de que se produjera el tiroteo frente al Gobierno Civil, Vicente y Cristino regresaron en guagua a La Laguna. A partir de ahí, se disparan las hipótesis. Días después del golpe de estado, Vicente fue hecho desaparecer. El majorero se sumó a la lista de los nombres que sus familiares buscan en fosas, con la esperanza de que algún día aparezcan y no hayan sido los elegidos para acabar en el fondo del mar.

Lo que Vicente hizo aquel 18 de julio del 36 aparece recogido en su declaración ante el Tribunal Militar, pero su historia comenzó cincuenta años antes en Puerto de Cabras. Vicente nació en 1886. Era hijo de Santiago Hormiga y María Mederos, una familia de pescadores del antiguo Puerto de Cabras. Un rastreo en su árbol genealógico emparenta a Vicente con otros personajes de la época como Antonio Hormiga, el amigo con el que Unamuno salía a pescar a Playa Blanca durante su confinamiento en Fuerteventura en 1924.

Un día de finales del siglo XIX, la inmigración entró por la puerta de la vivienda del matrimonio Hormiga para llevarse a algunos de sus hijos a otros destinos en busca de oportunidades. Uno de ellos, Luis, emigró a Uruguay, donde formó una familia; otros, como Juan, Santiago, Antonio, Manuel y Vicente, lo hicieron a Tenerife. En la isla del Teide, Vicente se estableció, primero, en Santa Cruz y, más tarde, en La Laguna. En 1908, se casó con Pura Pérez González. “Vicente Hormiga fue una persona muy trabajadora y de espíritu emprendedor, dedicándose a lo largo de su vida a diversos negocios”, escribe el historiador Luana Studer en el libro En Rebeldía. Once desaparecidos de La Laguna durante la Guerra Civil en Tenerife.

Studer, junto a un equipo de historiadores, pudo reconstruir, gracias a entrevistas con familiares y el rastreo en archivos y prensa de la época, la biografía de los conocidos como Los once desaparecidos de San Juan, en La Laguna. La historia laboral de Vicente en Tenerife lo sitúa trabajando como representante de la empresa de máquinas de coser de Singer, en Santa Cruz, hasta que empezó a escuchar noticias de prosperidad al otro lado del Atlántico y decidió emigrar a Cuba. Allí, encontró un hueco como chófer y cobrador de guaguas. Además, compró gran cantidad de hojas de tabaco que consiguió vender en Tenerife.

Sus padres, Santiago y María, eran una familia de pescadores de Puerto de Cabras

A su regreso, y gracias al dinero ganado en Cuba, adquirió un taxi; abrió una barbería en la calle La Carrera, de La Laguna; recibió una concesión para establecer una cafetería en la plaza del Príncipe y adquirió varias propiedades en La Laguna y algunas fincas en Fuerteventura, que trabajaban medianeros. La suerte se puso del lado de este emigrante retornado. La figura de Vicente aparece también vinculada al movimiento cultural de la época. Parece que eran frecuentes sus visitas a las tertulias del café La Peña y también está clara su vinculación con el casino de Santa Cruz.

En el terreno político, Vicente fue un hombre de izquierdas, republicano, aunque nada se sabe si sus ideales políticos fueron más allá y acabó afiliándose a algún partido. Algunos investigadores sostienen que perteneció a la Agrupación Socialista Lagunera. Sin embargo, en su declaración ante el Tribunal Militar, negó haber estado afiliado a ningún partido. Sí estuvo sindicado en el Sindicato de Inquilinos, uno de los más poderosos de Tenerife durante los años de la Segunda República.

Luana Studer explica que, durante la dictadura de Primo de Rivera, se acrecentaron los problemas en las ciudadelas y se empezó a exigir que las clases populares tuvieran derecho a una vivienda. En ese contexto, surgió, durante la Segunda República, el Sindicato de Inquilinos. Entre sus prioridades, estaba “luchar para que las clases trabajadoras tuvieran un acceso digno a la vivienda con agua y luz”.

En junio de 1933, el Sindicato de Inquilinos protagonizó una de las huelgas más importantes del periodo republicano en Santa Cruz. La manifestación dejó para la historia fotografías de gente lanzando muebles desde sus ventanas y prendiéndoles fuego en las calles, solicitando alquileres más bajos y viviendas dignas. Tras la detención de la directiva, el Sindicato terminó desapareciendo hasta que en 1936 reapareció ampliando su área de influencia a La Laguna y Güímar. Vicente aparece junto a Cristino de Armas en la fundación de la sección lagunera.


Cartilla para viajar entre Islas. Foto: Cedida por la familia.

Palacio Episcopal

En plena Segunda República, el movimiento obrero lagunero organizó un asalto al Café Central, ubicado cerca de la plaza de La Concepción. La cafetería, regentada por el falangista Ramón Sánchez Machín, se había convertido en punto de encuentro de la gente de la derecha de la ciudad de Los Adelantados. El asalto al Central marcó uno de los hitos del movimiento obrero de La Laguna a los que, tal y como explica Studer, habría que sumar el del Seminario Diocesano el 16 de febrero 1936, día en el que ganó las elecciones el Frente Popular, y del Palacio Episcopal, en abril de ese año.

“En el contexto de participación en las actividades del Frente Popular, en el que confluían actividades de anarquistas, comunistas, socialistas y republicanos, parece que Vicente Hormiga participó en la ocupación del Palacio Episcopal el 19 de abril de 1936, donde un grupo de izquierdistas laguneros sacó del edificio al obispo y colgó un cartel desde uno de los balcones en el que ponía E(scuela) Normal”, indica el investigador.

Apenas tres meses después del asalto al Obispado, se produjo el golpe de estado. En su declaración ante el Tribunal Militar, el majorero aseguró que bajó hasta la Plaza Weyler con Cristino de Armas y después de comer decidieron regresar en guagua a La Laguna.

La familia cree que fue encarcelado en una cárcel flotante y arrojado al mar

“Los datos sobre su detención y desaparición son bastante confusos, pues la poca documentación escrita que se conserva se une a la incertidumbre que durante años tuvo la familia sobre el paradero final de Vicente”, reconoce el historiador especializado en memoria histórica.

Para reconstruir su final, Studer recurre a las entrevistas a familiares y a la información recogida en la Causa 50/1936, en la que se acusaba de sedición a 29 personas, entre ellas a Vicente, por “haberse opuesto en los primeros momentos de la sublevación militar en la plaza de la Constitución (hoy plaza de La Candelaria)”.

Su bisnieto, Juan Jesús Daryanani Hormiga, ha escuchado durante años la historia del viaje que su bisabuelo hizo de La Laguna a Santa Cruz el 18 de julio de 1936 y cómo en la plaza de La Candelaria junto a unos amigos gritó “Viva la República” y cuando llegó a La Laguna “fue preso”.

El investigador Alfredo Mederos sostiene que ese mismo día tenía una reunión en Santa Cruz y fue detenido y procesado por la misma causa que el gobernador civil, Manuel Vázquez Moro, y trasladado a la prisión de Fyffes. Sin embargo, la familia ha tenido siempre otra versión de los hechos. Una prima de Vicente relató a Studer en 2011 que Vicente se escondió en el templo masónico de Santa Cruz, mientras la Guardia Civil o los falangistas lo buscaban, sin éxito, en su domicilio habitual.


Última declaración de Hormiga, entre el 5 y el 10 de diciembre de 1936.

Su hijo Juan fue encerrado en Fyffes y trasladado a África

Su bisnieto Juan Jesús recuerda haber escuchado a su madre la historia de que cuando los guardias llegaron a la casa de su abuela Pura se sorprendieron al ver un Cristo de las Tribulaciones en el interior del hogar, “le preguntaron si era la vivienda de Vicente y qué hacía ese Cristo en casa de uno de izquierdas. Ella les contestó que qué tenía que ver la religión con la política”.

La familia ha sostenido durante todo este tiempo que la denuncia de uno de los vecinos, chivato de Falange, precipitó el arresto en el templo de la calle San Lucas, donde parece ser que lo dejaron entrar gracias a su filiación masónica.

Vicente fue interrogado durante la Causa 50/1936 entre el 5 y el 10 de septiembre de 1936 y absuelto de la causa de rebelión en la sentencia definitiva del caso, firmada el 8 de octubre de 1936. Studer explica cómo las clases reaccionarias de La Laguna tenían en ese momento aún “muy frescos sus enfrentamientos contra la iglesia y comenzaron a investigar, detener y torturar a los máximos representantes del movimiento obrero de La Laguna, así como a investigar a las personas que participaron en el asalto al Seminario Diocesano y al Palacio del Obispado”.

La causa que abre la 50/1936 fue el asalto al Palacio del Obispado y, como anexas, se abren otras como el asalto al Café Central. “A pesar de su probada inocencia, se le condenó a pagar una fuerte multa y se estipuló que, en vista de sus antecedentes políticos, tanto él como Cristino debían quedar detenidos como presos gubernativos”, explica Studer. Consignado como militante peligroso a pesar de su absolución, Vicente jamás sería liberado. La causa general supuso el fusilamiento de cinco personas, entre ellas Vicente Hormiga, y numerosas cadenas perpetuas.

Vicente era de izquierdas y estaba afiliado al Sindicato de Inquilinos

“El modus operandi era decir que los soltaban, pero, en el momento de soltarlos, inmediatamente los seguían, los secuestraban y los hacían desaparecer. Ese fue el caso de Vicente y también del último alcalde republicano de Santa Cruz, Carlos Schwartz, que fue puesto en libertad, pero nunca llegó a su casa”, recuerda Studer.

Se desconoce el lugar de su desaparición. Alfredo Mederos sostiene que pudo haber sido uno de los siete presos que fueron sacados de la cárcel lagunera de la calle Consistorio. Por el contrario, la familia cree que fue encarcelado en alguna cárcel flotante y arrojado al mar.

Por su parte, el grupo de historiadores que ha investigado el caso de los once de San Juan mantiene que “no fueron desaparecidos en su conjunto en el mismo momento, sino que algunos fueron sacados de Fyffes y arrojados al mar en la zona de San Andrés, entre los que estaría Vicente Hormiga, y siete fueron fusilados a las afueras de La Laguna y enterrados en una fosa cercana a la actual pista de Los Rodeos”.

Durante la ampliación de la pista de aterrizaje del aeropuerto, en los años setenta, se encontró una fosa con siete cadáveres. Algunos familiares comentan que llegaron a ir y los identificaron a través de algunos objetos. Los restos óseos parece que se depositaron en el cementerio lagunero de San Juan.

A la incertidumbre de no saber el paradero de Vicente se sumó la detención y largo cautiverio de su hijo Juan, que fue detenido y encarcelado en Fyffes, desde donde lo sacaban para realizar trabajos forzosos de pavimentación en algunas calles laguneras. Más tarde, fue trasladado a batallones de trabajo al norte de África. En 1940, fue puesto en libertad.


Vicente, el primero por la izquierda, durante su estancia en Cuba.

A su nieta Juana le gustaría saber dónde están los restos de su abuelo Vicente

“No hay datos concretos de su detención, pero creo que la relevancia política de su padre como militante obrero de tendencia socialista y por ser muy conocido por sus actividades empresariales sirvió para que también fuera detenido su hijo. No creo que una persona de tan poca edad como Juan pudiera tener responsabilidades políticas”, dice el historiador. La familia de Vicente también tuvo que sufrir durante los años cuarenta, los inmediatos a su desaparición, una persecución económica. “A las familias de los desaparecidos se les incautaban los bienes. En el caso de Vicente perdió locales, la barbería, el kiosco de la plaza del Príncipe y sus cuentas bancarias fueron requisadas”, apunta Studer.

En 2011, la Asociación de la Memoria Histórica de Tenerife inició un proyecto de búsqueda de Los once desaparecidos de San Juan. El estudio buscaba, por un lado, conseguir información sobre los desaparecidos con entrevistas a familiares y búsqueda en archivos y, por otro, una excavación arqueológica en el cementerio de San Juan, donde Alfredo Mederos, a partir del testimonio de un familiar de uno de los desaparecidos, señala que fueron a parar algunos de ellos. Juana Hormiga, nieta de Vicente, se acercó un día hasta el cementerio para seguir de cerca los sondeos arqueológicos. “Mi madre siguió aquello con bastante emoción e ilusión. Me decía que si estaba allí ya estaría tranquila porque estaba en el cementerio”, recuerda su hijo Juan Jesús.

Finalmente, los trabajos arqueológicos de San Juan no dieron los resultados esperados. A finales de 2020, el Gobierno canario anunció el impulso al estudio de posibles fosas de la Guerra Civil en La Laguna. En concreto, en el cementerio de San Juan, Los Rodeos y la calle del Agua.

Juan Jesús explica a Diario de Fuerteventura cómo su madre ha vivido “con mucha pena” no haber podido conocer a su abuelo: “Siempre se ha preguntado por qué se tuvo que llegar a esta situación. Dice que le da igual que fuera comunista o masón, lo importante es que era buena persona”.

Luana Studer insiste en que, al margen de que se hayan o no encontrado los restos, “las asociaciones vinculadas a la memoria histórica deben dignificar la memoria de los desaparecidos. Además de seguir buscando sus restos, se debe continuar llevando a cabo actos de dignificación de estas personas”. Y añade: “Todo esto es fundamental para avanzar en los procesos represivos, pero también para dignificar su figura”.

Hace poco tiempo, Juana, una mujer septuagenaria, volvió a decirle a su hijo Juan Jesús que le gustaría saber dónde estaba su abuelo.

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