Los lienzos del políptico de la Iglesia de La Oliva viajan a Madrid para formar parte de la exposición del tricentenario del autor barroco en el Museo Lázaro Galdiano
Ver más allá de la imagen: trescientos años del pincel de Juan de Miranda
Los lienzos del políptico de la Iglesia de La Oliva viajan a Madrid para formar parte de la exposición del tricentenario del autor barroco en el Museo Lázaro Galdiano
En la primera página del catálogo que acompaña la exposición Juan de Miranda lo pintó: la travesía de un artista canario entre el Barroco y la Ilustración, en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid, dos imágenes miran a la izquierda: la barbilla ladeada, la pierna izquierda extendida, las manos que sujetan. En idéntica postura, cada uno en su siglo, cada uno en su obra, se muestran simétricos: Sileno, cargando un Dioniso niño, en el Louvre; San José, cargando a un Jesús niño, en La Oliva.
La primera es una estatua clásica, atribuida en su original a Lisipo, retratista de Alejandro Magno, y reproducida posteriormente por numerosos artistas; la segunda es una obra pictórica del periodo del Antiguo Régimen que cuelga del altar mayor de la Iglesia de La Oliva. Conectan en las formas y conectan en el concepto: la segunda imita, con alta probabilidad, a la primera.
Y es que no se trata de cualquier obra del periodo. El cuadro que aquí se cita es San José y el niño del retablo de pincel de la capilla mayor de la Iglesia de La Oliva, una obra del pintor barroco Juan de Miranda Cejas que conserva, fiel a su autor, su carácter de ventana entre siglos.
La pieza viajó a Madrid el pasado mes de septiembre junto a los cuatro lienzos restantes del políptico de la Iglesia de La Oliva y una pieza de San Agustín de Valles de Ortega, para formar parte de una exposición monográfica en torno a su autor con motivo del tricentenario de su nacimiento. El Museo Lázaro Galdiano, que ejerce de anfitrión, reúne alrededor de sesenta piezas del pintor, principal autor del tardo-barroco canario y figura clave para la historia del arte del Archipiélago por cuanto supuso una apertura reformista, ilustrada, en la tendencia artística del momento.
Lo cuenta Margarita Rodríguez González, catedrática de Historia del Arte de la Universidad de La Laguna y comisaria de esta exposición: “Oxigenar. Si hubiera que elegir una palabra para Juan de Miranda, sería esta. Oxigenar junto a esclerotizar: la pintura canaria estaba en el momento esclerotizada, no había progresión; Juan de Miranda oxigenó esa pintura”.
Leer el arte sacro
En las piezas que conforman el políptico de La Oliva, retablo ficcionado que reproduce las imágenes de San Juan Bautista, La Dolorosa, San José, San Juan Evangelista y Cristo crucificado, quedan reunidas algunas de las claves para leer más allá del lienzo, o de la iconografía que representa: “No solamente hay que leer sus cuadros en una lectura global, iconográfica o mensaje religioso, sino en los detalles: cómo se desenvuelve en los segundos y terceros planos. Pero también puede verse desde otras muchas perspectivas”, señala la experta. Entre ellas, la investigadora destaca las influencias: “El paralelismo entre el Dioniso niño del Louvre con el San José del retablo nos hace ver que, igual que hizo Bernini en el siglo XVII y otros artistas que conocían el arte precedente, Miranda parte de modelos neoclásicos de la antigüedad y los reconvierte en figuras cristianas; por otro lado, el Cristo Crucificado que corona el políptico está inspirado en Rubens”, indica.
Influencias artísticas, técnica lumínica y volumen: claves del políptico
Otras claves de la importancia del políptico para explicar la obra de Miranda pueden encontrarse en la técnica y, particularmente, en el ejercicio lumínico para acercarse a lo escultórico: “Domina la luz perfectamente para poder escenificar esas esculturas pintadas, domina los azules como ningún otro pintor canario precedente o coetáneo, pero además, otra perspectiva interesante es cómo presenta el retablo: finge esculturas, son esculturas pintadas muy coetáneas en el resto de territorio hispano y, sin embargo las enmarca en un retablo rococó, detalle interesante porque en el momento de hacer este retablo el rococó ya es un poco arcaico, la ilustración ya está empujando mucho hacia el gusto clásico”, señala.
En este sentido, para la experta, la obra de Juan de Miranda debe ser vista con una mirada patrimonial, cultural: “Hay que defender a estos pintores que se vieron constreñidos a encargos religiosos y hacer ver que no son solo para ser valorados desde una perspectiva cristiana. Es pintura y se defiende desde la cultura clásica, tardo-barroca, de la ilustración”.
Volver a los invisibles
Para Margarita Rodríguez, la exposición que tiene lugar este mes en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid supone un paso importante en aras de visibilizar dentro del panorama hispano la importancia de Miranda. “Hay muchos buenos pintores de este periodo, en el ámbito hispano, que se mantienen invisibles porque no son Murillo, ni Zurbarán, ni Goya. La generación que, como Miranda, nació entre los años 30 y 50 del siglo XVIII, tiene a sus espaldas el peso de un barroco espectacular; aprenden de ese estilo. Esos invisibles son los que van a mantener la plástica”, manifiesta.
En Canarias, no será hasta 2024 cuando el público pueda ver la exposición. En Fuerteventura, quizás sea algo más tardía su inauguración, pues recorrerá primero Gran Canaria y Tenerife. Por el momento, su comisaria participa en Fuerteventura en las jornadas de Historia y Patrimonio de la Asociación Cultural Raíz del Pueblo, en La Oliva, un encuentro que se celebra hasta el 3 de noviembre y que este año estarán dedicadas al tricentenario del pintor que regaló a La Oliva uno de sus mayores tesoros artísticos.
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