El ocaso de los certámenes de belleza en las fiestas de los pueblos
Varios municipios aún mantienen estos concursos mientras que expertas en estudios de género y feministas alertan de que se trata de espectáculos que reducen a la mujer a la categoría de objeto
En plena era feminista, los concursos para elegir a las mises y reinas de las fiestas viven en estado de crisis. Cada vez son más los ayuntamientos que se decantan por buscar alternativas o eliminar de sus programas festivos una tradición que consideran anclada en el pasado.
En Fuerteventura, algunos consistorios hace tiempo que decidieron dejar de hacerlos, aunque algunos siguen patrocinando eventos similares. Otros como La Oliva o Antigua han contado este verano pasado con estos concursos que, según los colectivos feministas, “son de marcado carácter sexista y denigran a la mujer”.
El Ayuntamiento de Arrecife, en Lanzarote, optó este año por no celebrar el certamen de miss de las fiestas de San Ginés. El Carnaval de Verano de Puerto de la Cruz, en Tenerife, abrió el abanico para permitir también la elección de un rey de los carnavales.
Incluso, el Consejo Rector de la Bajada de la Virgen de las Nieves, en La Palma, decidió eliminar la elección de la reina adulta e infantil argumentando que era un acto “discriminatorio y sexista”.
En la capital de Fuerteventura hace tiempo que renunciaron a elegir a la reina de las Fiestas del Rosario. No fue por su carácter sexista sino por otros temas como el gasto económico que suponía. Se optó por dar prioridad a otros eventos y la idea no se volvió a retomar.
En el caso del municipio de Pájara, no se elige a una reina de las fiestas. Sin embargo, este año fue patrocinador oficial del certamen Míster Internacional y Miss World Fuerteventura 2019. El pasado 15 de julio, el alcalde del Ayuntamiento de La Oliva, Isaí Blanco, coronaba a la reina de las fiestas de Corralejo.
En Antigua, doce candidatas se disputaron el pasado septiembre el título de Miss Antigua en el marco de las fiestas patronales. Su concejal de Festejos, Jonathan Peña, deja claro que el Ayuntamiento de Antigua “no organiza, pero sí colabora con certámenes de belleza, solicitados por los propios vecinos y vecinas del municipio” y recuerda que el certamen Miss Antigua “ha acogido a más de mil personas de público en cada una de sus seis ediciones”.
Defiende que para los jóvenes organizadores de este certamen se trata de una ocasión para “acercarse al mundo del espectáculo, la pasarela y la fantasía, en la que la belleza se entiende en su sentido más amplio, sin límites de tallaje, ni sexo, ni género”.
En su defensa, comenta que “es un evento demandado por la expectativa que despierta y por el espectáculo que le acompaña, pero que tendrá que evolucionar como demuestra que ya no hay candidatos y las candidatas son tan escasas en el municipio, que debe abrirse la inscripción a toda la Isla”. Además, recuerda que “este certamen lo organizan sin ningún ánimo de lucro ni ganancias económicas”.
Alcalde y concejal de Festejos junto a Miss Antigua.
La periodista y especialista en estudios interdisciplinares de género Nadia Martín acaba de finalizar el rodaje del documental La imposición de la belleza, donde a través de numerosas entrevistas a especialistas en el tema trata cómo la dictadura de la belleza permanece presente en la psique de las mujeres y cómo ello afecta directamente a la salud.
La joven reconoce que los certámenes de belleza, a medida que ha ido pasando el tiempo y se ha ido avanzando social y políticamente, “han ido reduciendo su presencia en el mundo”. Sin embargo, señala que “aún hoy siguen formando parte de fiestas patronales de pueblos. Además, continúan existiendo certámenes a nivel internacional, cuya lógica es premiar a la mujer que más encaja en el canon de belleza establecido en la época en la que se desarrolla el concurso”.
Nadia lleva años fotografiando a mujeres. Sus imágenes están relacionadas con la lucha feminista y desde ellas intenta empoderar a la mujer y romper los muros del dictado patriarcal. Cree que los certámenes de belleza son “una de las expresiones de la buena relación que tiene el patriarcado con el capitalismo”.
Defiende esta teoría explicando cómo en el caso de los certámenes que se celebran, por ejemplo, en la Isla, “el funcionamiento consiste en que muchas mujeres que encajan en el canon de belleza están patrocinadas por firmas de la Isla con bandas sobre sus cuerpos que llevan el nombre de la empresa”.
También se pregunta qué pasaría “si dejara de existir esta imposición de la belleza, cuántas empresas se irían al garete. Es una industria que mueve muchísimo dinero. Nos encontramos desde la cosmética, cirugía estética o centros dietéticos, en los que no tienen tanto en cuenta la salud como el físico”.
Esta especialista en temas de género considera que a nivel social el hecho de que las mujeres compitan para ver quién es la más guapa “sólo refuerza ese modelo no-educativo basado en la competencia entre mujeres, lejos de la idea de sororidad y amor propio y colectivo que trata de promover el feminismo”.
Una de sus compañeras en la lucha feminista es la promotora de igualdad y comunicación social, Laura Squinobal. También es integrante fundadora del colectivo Señoras Feministas de Fuerteventura. Coincide con Nadia en “el daño” que se hace a la mujer y a la lucha feminista este tipo de concursos que define como “espectáculos sexistas, racistas y comerciales en los que se reduce a la candidata a mujer objeto”.
Laura Squinobal recuerda cómo el feminismo, desde finales de los sesenta, reclama que “no se puede mercantilizar el cuerpo de la mujer, mermar la autoestima, ni descalificar y dejar de lado cualidades intelectuales además de las físicas”.
Para esta feminista, el hecho de que un consistorio siga organizando o colaborando en este tipo de eventos demuestra que es un ayuntamiento “obsoleto, con ideas machistas y que al final siguen retroalimentando una idea de mujer que no es real”. Además, opina que a nivel político con ese apoyo “están eludiendo de alguna manera los protocolos y leyes de igualdad que se han logrado y que han costado mucho conseguir”.
Los ayuntamientos majoreros, que siguen organizando o patrocinando este tipo de eventos, tienen en su organigrama de gobierno concejalías de igualdad, áreas que en su origen deben trabajar para evitar discursos que dan pie a que se retroceda en igualdad.
Laura señala que un ayuntamiento se puede “hartar de tener una concejalía de igualdad, pero si a su vez sigue manteniendo y revalorizando unos roles de ser mujer a través de concursos de belleza, lo que demuestra es que no hay una coherencia política”. “Y eso es debido a que tampoco hay formación por parte de los políticos que están en esos ayuntamientos en materia de igualdad de género y perspectiva de género”, añade.
En su discurso, urge a los ayuntamientos a que se posicionen y escuchen los reclamos que se hacen desde los movimientos sociales. “No pueden mancillarnos y mantenernos cumpliendo unos roles de belleza que, más que hacernos sentir perfectas, nos produce inconformismo con nuestro propio físico”, manifiesta.
Laura va más allá y pone el foco en las concejalías de Festejos donde, a su juicio, “falta mucha perspectiva de género” y eso lo demuestran celebrando “concursos de belleza, pero también programando grupos musicales con letras que no se pueden escuchar porque promulgan relaciones de desigualdad, opresión, sumisión y control”.
Los organizadores de los certámenes de belleza suelen defender este tipo de eventos como un trampolín para las jóvenes que quieren abrirse futuro en el mundo de la moda y las pasarelas. Sin embargo, la integrante de Señoras Feministas de Fuerteventura, Laura Squinobal, cree que defender que estos certámenes suponen una oportunidad laboral para las jóvenes es “una falacia”.
“Nos hacen creer que se puede ganar dinero fácil y que las que han llegado a ser top models no han tenido que soportar ni trabajar absolutamente nada y llegan ahí porque son así. Sin embargo, detrás hay una industria que hace que esa mujer haya tenido que vivir sometida a presiones sociales como, por ejemplo, mantenerse delgada”, recalca.
De ahí que “hacer creer a una adolescente que por ganar un concurso local de un ayuntamiento va a llegar luego a tener una carrera exitosa es limitar las posibilidades que puede llegar a tener esa mujer como persona”, concluye.
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