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Celia del Busto, la pediatra tras la ola de la solidaridad

La pediatra residente en Fuerteventura asegura que la situación de la infancia en Indonesia es “terrible”

Eloy Vera 0 COMENTARIOS 14/09/2019 - 09:35

Celia del Busto se escapó en 2017 a la isla de Sumbawa, en Indonesia, en busca de olas para practicar surf. Al llegar, se encontró con aldeas en las que la pobreza extrema campaba a sus anchas y donde los médicos y maestros apenas se veían. Decidió, entonces, aparcar la tabla por unas horas al día y empezar a colaborar con la ONG local Harapan Proyect. A partir de entonces, esta pediatra tiene cada año una cita con los niños del distrito de Hu´u.

La joven asturiana llegó a Fuerteventura un invierno de hace siete años en busca de olas y buen tiempo. Probó suerte como pediatra en el hospital y decidió quedarse. La Isla era la última parada de un periplo de viajes que inició, con 21 años, marchándose a Brasil. “Fue nada más terminar la carrera de Medicina y sin haber hecho la especialidad. En Brasil estuve haciendo cirugía plástica en un hospital. Fue ahí donde me empecé a enganchar a ir por el mundo trabajando en hospitales”, comenta.

Tras Brasil llegó Uruguay en 2011. Viajó hasta Montevideo con la idea de realizar la formación de pediatra en un hospital de la capital uruguaya. Recuerda que allí fue su primer contacto con la cooperación. “Muchos de los médicos que trabajaban en el hospital hacían luego voluntariado en diversas organizaciones”. Y ella decidió imitarlos.

Empezó a ayudar a la población de las barriadas que rodean Montevideo de la mano de la Asociación Liga Antituberculosa. Recuerda cómo “en esa zona había mucha gente muy pobre, enganchados al crack, íbamos hasta ellas para reclutar niños para la vacunación. Eran zonas peligrosas, con criminales, donde no había ni policías. Acudíamos, casa por casa, con las batitas blancas llamando con palmas para que supieran que éramos nosotros y preguntando si había niños sin vacuna. Luego, los reuníamos a todos en centros sociales para vacunarlos”.

Tras Uruguay, aparecieron nuevas oportunidades y nuevos viajes por Sevilla, Estados Unidos…y Fuerteventura. Desde entonces, trabaja en el hospital majorero como pediatra, practica surf en sus playas y ha coqueteado con el cine como extra en alguna de las producciones que recalan en la isla.

En 2017 decidió viajar desde Fuerteventura a la isla de Sumbawa para practicar surf. Llegó hasta Lakey Peak, una zona donde se levantan imponentes olas que sacian las necesidades de los mejores surferos. Más tarde, descubrió que, a pocos kilómetros de Lakey Peak, se encuentra la población de Hu´u, formada por un conjunto de seis aldeas, sin infraestructuras y golpeadas por la pobreza extrema, provocada por su exclusión social.

La intención de Celia no era cooperar, pero supo, de boca de unos locales, de la existencia de Carlos Ferrándiz, un abogado catalán que viajó por primera vez a la zona en 2005 para hacer surf. El letrado se topó, al llegar a la zona, con una población en cabañas, con calles sin asfaltar y con grandes deficiencias sanitarias y educativas. Entonces su vida cambió. Empezó a dar clases de inglés a los niños y a viajar, siempre que sus obligaciones occidentales se lo permitían, a la zona. Más tarde, decidió crear Harapan Proyect, esperanza en indonesio, una ONG que trabaja con la población de la zona con programas educativos y médicos.

Celia conoció a Carlos, le gustó el trabajo que hacían en la zona y decidió empezar a ayudar. “Les dije que era pediatra y que me encantaría ayudarles de alguna manera. A partir de ahí, me empezaron a avisar cuando había algún problema”.

La pediatra asegura que la situación de la infancia en ese lugar es “terrible”. Los niños tienen una alimentación muy limitada, básicamente de arroz, y son propensos a enfermedades e infecciones. “Son niños que crecen poco, mal nutridos y eso hace que no puedan desarrollar su inteligencia al cien por cien. Viven encerrados en esa pobreza porque no pueden desarrollar sus capacidades y al final no logran salir de todo eso”, explica.

Tampoco lo tienen fácil sus padres. Viven de plantar arroz y maíz y de recoger algas marinas que venden a empresas relacionadas con la cosmética y la farmacia. “Ellos recogen un kilo de algas y reciben lo equivalente a un euro, pero luego en el mercado sube el precio diez o veinte veces más”, explica la joven.

Los niños tienen una alimentación muy limitada, básicamente de arroz, y son propensos a enfermedades e infecciones. “Son niños que crecen poco y están malnutridos”

Harapan Proyect intenta ahora asesorarlos para que puedan crear una cooperativa agrícola desde la que se puedan defender y estipular precios más justos. Harapan Proyect trabaja en la zona con proyectos educativos, sanitarios, la dotación de infraestructuras básicas y la cobertura de necesidades básicas como la nutrición y el acceso al agua potable. El programa educativo se centra en enseñar a los niños lectura, escritura, inglés, matemáticas… en tres escuelas locales de Hu´u.

Además, prestan asistencia médica a los niños enfermos del distrito de Hu´u. La pediatra cuenta cómo trabajan en la zona llevando a los centros de salud y hospitales a los que no tienen dinero para pagar la asistencia médica. Allí la sanidad no es gratuita. Se les paga las medicinas, operaciones si hay que hacerlas y, en casos especiales que requieren cirugías muy complejas que no se pueden hacer en la isla, se les traslada a hospitales de Bali u otra isla donde se pueda operar.

Celia quedó enganchada al proyecto y en 2018 volvió. Asegura que regresó porque le parecía perfecta la combinación de surfear en un paraíso del surf y encima hacer algo que le encanta, que es ayudar en lo que pueda como pediatra en una población que tanto lo necesita.

Este año decidió dejar por seis meses la forma de vida occidental y marcharse de febrero a junio con un permiso laboral por cooperación a Sumbawa. Recién llegada a Fuerteventura explica en qué consistió su trabajo durante todo este tiempo: “Es un proyecto pequeño con una organización básica. Hay dos maestros locales contratados, pero faltan médicos”.

Le dio tiempo para organizar una consulta médica, que están creando en un centro de la ONG con la intención en el futuro de contratar un médico, enseñar el abecedario a los alumnos de preescolar, dar clases de inglés… “A veces me iba con los profesores a la escuela e iba viendo los problemas de los niños, cuáles eran las enfermedades más importantes y por dónde podíamos trabajar”, explica.

“En Indonesia no puedo trabajar como médico. Legalmente no estoy capacitada para ejercer, pero podía asesorar en materia sanitaria y empezamos a llevar a los niños en un furgón al hospital o a centros de salud cada vez que necesitaban un tratamiento. En ese tiempo se operaron bastantes”, recuerda.

A poco de llegar se declaró un brote de rabia en la población por las mordeduras de perros y gatos. “No había ocurrido desde hacía años, pero empezó a morir gente. Es mortal siempre, pero hay una estrategia de vacunación que si se hace a tiempo puede evitar el contagio”, explica la profesional. “Presté mi ayuda para lo que hiciera falta. Me llevé a un par de especialistas de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) que estaban allí al colegio para que les dieran educación a los niños acerca de la prevención de la enfermedad”, recuerda.

Celia considera que, cuando se hacen estas labores de cooperación, la cooperante “se lleva más de lo que da”. “Cuando trabajas, sobre todo con niños, en esta situación de tanta pobreza ves que son muy alegres y que viven con cuatro cosas. Cuando tienen algo como un balón son inmensamente felices. En estos lugares tan pobres hay una energía muy especial que nos trasmiten a los que trabajamos allí”. Reconoce que “si no estuviera esta ONG no habría maestros en la zona. Por lo menos, allí los niños tienen la ilusión de que, dos o tres veces por semana, va a haber colegio. Cuando íbamos por las casas nos cogían de las manos. Iban contentísimos al cole”.

Celia no sabe si regresará a la isla de Sumbawa, pero tiene claro que no quiere bajarse del tren de la cooperación. Después de haber estado en Paraguay e Indonesia, puede que sea el turno de África. Allí ya conoce alguna ONG española y a la asturiana no le disgustan sus proyectos. Tal vez, ese sea su próximo viaje.

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