EL PERISCOPIO
Por Juan Manuel Bethencourt
Clavijo recupera el hilo del “modo canario de hacer política” en su discurso de año nuevo y pone el acento en la unidad como valor útil
El presidente canario, Fernando Clavijo, probablemente sorprendió a la audiencia con su discurso de año nuevo. Grabado y producido con una pericia notable, el jefe del Ejecutivo optó por renovar también algunos conceptos dialécticos, y eligió para ello un escenario también innovador, el Parque Tecnológico de Fuerteventura, un espacio de modernidad rotunda, aunque también algo frío, como suele ocurrir con las infraestructuras tecnológicas. A partir de este escenario, Clavijo puso el acento de su alegato en la crisis migratoria, algo que sí era totalmente previsible, subrayando que la política de la confrontación, lejos de resolver los problemas, a veces incluso los genera, como se ha visto con el desencuentro permanente entre PSOE y PP a la hora de abordar la situación de los menores inmigrantes llegados por mar a Canarias.
Hubo un momento, allá por septiembre de 2024, en el que el líder nacionalista amagó con romper con la equidistancia en política migratoria, arrimándose a la posición defendida por el Partido Popular. Pero el enroque de Feijóo en este asunto también ha convertido este camino, la elección de aliado, en inviable a efectos prácticos. De ahí que Clavijo recuperara el hilo del “modo canario de hacer política” y pusiera el acento en la unidad como valor útil, acompañado en este caso por mensajes de orgullo y autoestima por el despliegue de Canarias en nuevas actividades de vanguardia. La autoestima es una receta muy útil en las dosis adecuadas, aunque tan malo es practicar el derrotismo como pasarse de frenada en las manifestaciones de euforia, sobre todo cuando los problemas se acumulan en el orden doméstico. Clavijo buscó con su pieza dialéctica situarse en medio de ambos excesos, en coherencia con su apuesta centrista para este su segundo mandato como presidente. El discurso tuvo el valor de hablarle a los canarios (a los canarios que lo vieron) como si fueran mayores de edad, y eso en estos tiempos constituye casi una saludable rareza.
Hay dos aspectos que van de la mano en la política, y que son absolutamente interdependientes, sobre todo si, como es el caso de los líderes canarios, la melodía tiende a la moderación y no al extremismo. Se trata de la concordancia entre el relato y los resultados. Ojo, la ausencia de esta correlación es un mal extendido en la inmensa mayoría de las democracias liberales de la actualidad, tal es así que el contexto, en el inicio de 2025, apunta al debilitamiento de las democracias por la vía de las urnas, con el auge de los radicalismos de distinto signo, aunque mayoritariamente de derechas en este momento histórico. Hace unas semanas, un artículo de una de esas publicaciones digitales contraculturales, la británica UnHerd, lanzaba una descripción muy lúcida sobre la hoja de servicios del nuevo Gobierno del Reino Unido en sus primeros meses de trayectoria: sabe dónde quiere llevar al país, pero no sabe cómo. Pues el primer ministro Starmer no es el único al que le pasa, por cierto.
Los gobernantes actuales, y Fernando Clavijo entre ellos, manejan una poderosa maquinaria institucional que, sin embargo, se comporta de un modo lastimoso en la respuesta a las necesidades de las sociedades sobre las que asume responsabilidades de gobierno. La política de vivienda es acaso el ejemplo más clamoroso de fragilidad en la gestión pública acompasada con un ineficiente funcionamiento del mercado. Cuando las necesidades colectivas se cuentan por decenas de miles y la respuesta se traduce en unos centenares de unidades alojativas, y eso con suerte, entonces la disparidad entre los propósitos y los hechos es tan clamorosa que deja en evidencia cualquier anuncio optimista sobre esta materia tan sensible. Lo que le ocurre a Clavijo le pasa también a Sánchez, en proporción aumentada porque más gigantesca es su tarea y también más notorio su desgaste. Y finalmente afecta a todos, también a los presidentes autonómicos que se han refugiado en el combate a la contra como único método para eludir su ineludible cita con la rendición de cuentas. “Quise el poder y este solo me devolvió cenizas”, escribió un día el intelectual canadiense Michael Ignatieff, que salió escaldado al comprobar la dureza de este deporte de contacto llamado política. El sistema de gestión pública está roto, es ineficiente y sus máximos responsables no saben cómo repararlo. O quizá tampoco se atreven.
PD. El último día de 2024 me ocurrió una cosa curiosa: mi coche, ya mayor de edad en términos humanos (lo que para un vehículo de combustión podría ser asociado con la senectud), decidió que no quería recorrer un solo metro más, y eso a pesar de tener el motor en perfecto estado, la ITV pasada recientemente de modo satisfactorio y una batería nueva instalada hace pocas semanas. Como es más considerado que su dueño, optó por hacer visible su cansancio justo a la entrada del garaje, en una despedida que no puede ser definida sino como todo un alarde de elegancia. Su avería, que en el momento de escribir estas líneas ignoro si tiene solución (aunque lo dudo), está situada en el sistema de transmisión, que llevaba algún tiempo avisando con lúgubres ruidos metálicos. Por un momento mi viejo coche me recordó a la Administración canaria: tiene un motor fiable y potente, pero no es capaz de convertir esa capacidad en movimiento real. A ver quién es el genio que lo arregla. Quien lo logre gobernará todo el tiempo que quiera. Feliz 2025.
Añadir nuevo comentario