Harían bien en recordar las patronales turísticas, los cargos públicos y todo aquel que piense que la manifestación del sábado se plantea contra el turismo o contra los turistas, que la gente salió a la calle para rechazar las prospecciones petrolíferas, entre otros motivos, porque amenazaban precisamente a la principal industria del Archipiélago. Claro que había otras razones, pero esta era una de ellas: poner en riesgo un sector que ofrece puestos de trabajo frente a otro que los prometía.

Aunque ya es frecuente, sigue sin ser aconsejable rebajar el debate público sobre el futuro de una sociedad al nivel de un silogismo tramposo. No parece que estén en contra del turismo todos aquellos que están en contra de los resultados de este modelo económico en el que el turismo es un actor principal pero no el único. A nadie se le ocurre decir que los agricultores están protestando porque están en contra de la agricultura. Están en contra de un sistema en el que son el eslabón más débil a pesar de que son imprescindibles.

La convocatoria de ‘Canarias tiene un límite’ parece que combate otro silogismo, no tramposo sino directamente falso: el que acaba concluyendo que cuanta más inversión turística, más beneficios para la economía y para la sociedad. En el fondo, el turismo, tal y como está planteado, con el tiempo se comporta como una estafa piramidal: los primeros que llegan obtienen beneficios, pero los últimos pagan las consecuencias.

No es necesario aburrir con cifras que evidencian que el modelo ya no funciona. Debería ser redundante añadir que no funciona “para todos”, aunque no viene mal recordarlo. Si no funciona para la mayoría, es que no funciona. Descartado el silogismo, es lógico plantear que se haga algo para corregir el modelo.

Aunque lo hace para ponerse de lado, como si con él no fuera la cosa, da en el clavo el presidente de Canarias cuando dice que el turismo “explota los recursos de todos”. Es algo que sabe desde hace mucho tiempo pero que lo dice ahora por primera vez. Por algo se empieza. Ya son décadas de declaraciones públicas en favor de cualquier iniciativa turística, sin disimulo, años y años de tener como principal objetivo de los desvelos políticos a los turistas y campañas sin fin para invitarlos al paraíso a que hagan todo aquello que no pueden hacer en su casa. Son muchos años escuchando que vivimos del turismo cuando parece que en realidad es el turismo el que vive de nosotros.