Entre los logros se ha olivadado hablar de su nuevo coche.

A las buenas noches. O mejor me voy despidiendo, porque fuerte gente con pocas luces, maestro. A ver, mi niño, la gente del Puerto nunca vivió de espaldas al mar. Que ya está bien de, ¿cómo se dice ahora? ¡Ah!, sí: ya está bien de “invisibilzar la memoria”. Las espaldas de la gente de Puerto se usaban para cargar y descargar de tó, de tos los barquillos, y barcotes, que se arrimaban a la orilla. El resto del cuerpo, las patas traseras, las usaban pá ir de un lao pa’otro, desde o hasta el cine, y desde la iglesia hasta la Explaná. Los jocicos y las pezuñas delanteras pá saludar. Y poco más. La gente de la capital siempre ha vivido en la orilla del mar, de la orilla del mar, con la orilla del mar. La idea de que vivimos de espaldas al mar es solo el punto de partida para abobarnos y dejar que se apropien del litoral los listillos de siempre, y paguemos con nuestro dinero (Ayuntamiento, Cabildo, etc.) los arreglitos para que les quede mona la fachada de la ciudad, justo donde tienen los ricos y los allegados su propiedades y adquisiciones más chulas Ahora los datos. Por favor, como decía D. Francisco Tordera, copien torpitos, copien, a ver si se les queda algo. La orilla de Puerto del Rosario, antes de Cabras, siempre se usó para todo; Copien esta lista y apréndensela. Recapitulando un fisco: hornos de cal, desde la Hondura hasta Los Pozos. salinas en El Charco. charcos para fondear los barquillos, limpiarlos y repararlos. playas para bañarse y margullar, y echar el ojo y algún ligue (desde El Charco hasta Los Pozos, pasando por las playas de La Calera, del Muelle Chico, de las Cuevas, los riscos de y junto a Punta Margarita) esparcimiento: La Bola de Oro, el kiosco de los Machín, la bodega de Antonio Alberto, el bar de Rosita, La Cueva, La Cabaña, las pensiones, las fondas, hostales y hoteles; o más tarde La Taifa, los asaltos en La Herbania vieja, el Unión Puerto, La Peña de La Amistad, o los bailes en el Rosocan, la bolera de León y Castillo y la colombófila al lado, justo encima del bazar de Carballo. Por cierto, se acuerdan de la gente de Dij’amper? comercio: la plaza del mercado, que podías arreglar un reloj y echarte unos churros.las tiendas, la de D. Teodomiro, la de la madre de Estrellita Domínguez, Carlitos Vera, El Refugio, o incluso uno de los primeros bazares turísticos de Fuerteventura, el Nortysur al laíto de Las Gavias.. ¿Y tampoco se acuerdan de las tardes mirando discos en Chácara? mataderos lavaderos de animales fuentes públicas. Por cierto, por aprovechar que sacaron el tema, ya no hay fuentes públicas de abasto de agua en Puerto, y eso que la ley obliga a tenerlas por cuenta del Ayuntamiento. Acuérdense del Pilar del 18 de julio. la telefónica. ¿Recuerdan ir a poner una conferencia donde luego estuvo El Viruti? no sigo por no aburrir, pero no se olviden de todas las tareas relacionadas con la producción marina: pesca, marisqueo, sebas, comercio, viajes, etc. Tampoco se olviden de los usos militares, científicos, etc. Y todos esos usos hasta hace cuarenta años. ¿Quién los mató? Tres fueron los asesinos: 1º los asfixiadores: los godos de la península que “se rajaron” en el Sáhara y abandonaron el banco pesquero (y a todos los que vivían a una y otra orilla). 2º los enterradores y las plañideras: los enterradores fueron “burguesitos” de la capital, que se empeñaron en ser “moernos” como los canariones y los godos, estampando una avenida marítima que no la quería nadie (no se olviden, aún más: acuérdense de la canción de los Alicóparos sobre la peste de la explaná, luego revivida por otras murgas), y las “plañideras” fueron todos los godos y legionarios que hicieron invivible esa parte de Puerto, la que más vida tenía. Acuérdense de las tardes en la tienda de discos Chácara, o ir a comprar a casa de Pepe Hierro, echarse algo en el Palermo, después de un asalto en el Unión Puerto, o ir a La Cueva, o La Cabaña, amanecer en el Tinguaro, o comerse unos churros en la plaza del Mercado, de arreglar un reloj, cortarse el pelo, etc., etc., etc. 3º los “eraser” de la memoria: todos los godillos que llegaron en los ochenta a las oficinas técnicas del Ayuntamiento y del Cabildo (y a las empresas constructoras por la tardes; bueno, si hacía falta en la empresa, se trabajaba para ella por la mañana también). Se empeñaron en que lo que había en Puerto no era vida. No era vida como la que ellos tenían uso y costumbre. Despreciaron la vida local e impusieron su discurso, popularizando esa idea: “Puerto vive de espaldas al mar”. Fíjate tú qué curioso, justamente los que compraron y fabricaron en primera o segunda línea de Los Pozos. Y los majoreritos, ná, a repetir como loritos lo que empezó a aparecer en las revistitas de los intelectuales de los ochenta y los noventa: “Malpaís”, “La Voz de Fuerteventura”. O en las tertulias que emitía Santiago Travieso, o en la tele del “legionario”. Fuerte pueblo desmemoriao. Tanta cabeza y no sirven ni pa’un caldo pescao mi niño.